mecorro

Correr es un arte, es algo que no puedo evitar, es un estilo de vida. No se corre contra nadie, se corre a favor del viento y en contra de uno mismo, y de la endeble limitación del cuerpo.

12/14/2004

Vuelta de Ituzaingo 2004

¿Cuándo llega el momento de disfrutar? Justo cuando uno está más pensando en las marcas que en correr, justo cuando termina una carrera y uno se pone mal por no haber conseguido bajar de cierto tiempo o no haber podido cumplir con lo planeado o alguna tontería así. Llegó el momento de terminar con la boludés, me dije. Yo no soy profesional ni quiero serlo, ni tengo -ni voy a tener nunca- la capacidad de los "mostros" esos que ganan todas las carreras. Para qué matarse tratando de bajar 2 segundos una marca mediocre? Porqué me tiene que condicionar una marca vieja y no saber pasarla bien en algo tan hermoso como correr? Y la querida carrera de Ituzaingó no se merecía algo así. Ni yo. Nos debíamos eso, disfrutar, cerrar un año feo, y terminarlo bien, corriendo y con la piel abierta. ¿Que qué eso? Correr y sentir, mirando a la gente a la ojos, aplaudir a los que te aplauden, darle gracias a los de las mangueras, sonreirle a las chicas de la comparsa, agradecer a los que tiran y dan agua, agarrar la energía y transformarla en fuerza, y llegar. Me gusta correr y correr para mi es eso. Sentía que lo estaba arruinando, como un bolú.
Me levanté temprano, 6 de la matina. Yo no me levanto a las 6 ni para irme de vacaciones, pero ahí estaba. Me lavé la cara, no había podido dormir bien pero me sentía fresco. Me preparé un té, comí algo y salí a correr. Los pibes que volvían en pedo de bailar se rieron de mí mientras hacían una cola tambaleante para el remise, me importó un carajo, ni los miré. Hice 5 km a ritmo tranqui, volví ya transpirado, desperté a la family -de fierro!- y partimos para La Torcaza bien equipados: equipo de mate, diario, facturas del sábado y pelota de futbol incluídos. El sol, impecable, hasta se portaba bien. Va a hacer calor, decía la radio pero más tirando al mediodía. Agradecí el cambio de horario entre recuerdos agridulces de la Vuelta de Ituzaingó 2003. Qué calor, por Dios, casi me desmayo ese día. Pido perdón a la chica que confundí con mi mujer que con razón me miró raro...
Al llegar, me encontré con la gente del grupo de running, todos ya con su chip y entrando en calor. Se respiraba paz como en cada mañana de maratón. La organización impacable y el locutor decía 25 minutos para la largada. Tiempo de elongar, de pasadas, de calmar la ansiedad. Pasaron rápido los minutos, nos deseamos suerte mientras ya estabamos todos enfrente al reloj que decía 5,4,3,2,1 y a pisar la alfombra.
Pasé el kilometro 1 en 4 clavado, y el segundo en 8, también clavado. Todo de acuerdo a lo planeado, bien, pero a acordarse de disfrutar, de dejar -en lo posible- el reloj de lado. De espaldas a la autopista, Jose María Paz, su subida y su gente, nos daban la bienvenida. Aplausos para ellos. Decidí no mirar el tiempo hasta la mitad de la carrera, recurrí a los pasos bien largos, la cabeza levantada y a respirar profundo. El diarero de la esquina nos felicitó. "¡Vamos que en la próxima corro yo también!". Seguía fresco, me animaba a dar un poco más pero decidí esperar al kilometro 5. De fondo musica de comparsas, y agua, y calles cortadas, y automovilistas y ¡colectiveros! sin apuro. El paraíso, me dije. 20:05 en la mitad. ¡Vamos, carajo! Vamos, me alentó el profe desde el costado. Doblamos a la derecha. Kilometro 6 a 24:10, tiempo de acelerar para evitar el miedo de los 6 y 7 kilometros. Ratti, la ondulada Ratti. La parte dificil de la carrera. Un grupo compacto de remeras rojas iba a delante, traté de pasarlos para autoexigirme, para bajar de los 40 por primera vez en el año. Lo logré en el kilometro 8. Agradecí a alguien allá arriba por sacarme la cabeza por un rato, por la lucha que peleamos juntos y que no pudo ganar. Ya estaba casi todo cocinado. En el 9 voy a acelerar y llego con 39:59. Eso hice, no daba más, pero pasé el 9 con 36:10. Doblamos a la derecha nuevamente con el sonido de fondo de una segunda comparsa, contagiaba fuerza, ví una pequeña bajada. Hay que agrandar el paso, agrandar el paso, agrandar el paso, dejar todo, dejar todo. Al fondo se veían los árboles del parque, se escuchaba al locutor, había olor a lluvia, a piso mojado a pesar del sol radiante. Ultima recta bordeando "La Torcaza", ultimo esfuerzo, a dejar todo, aceleré a fondo, no me quedaba nada más adentro, corrí con todo y escuché la alfombra, sentí la alfombra, agradecí al cielo y pasé bajo en reloj con 39:39 y una enorme satisfacción.

Rodrigo
(rlporta@hotmail.com)

1 Comments:

At 10:13 p. m., Anonymous Anónimo said...

che gallina aprende q carlitos es lo mas grande q hay en el mundo la gallinita la hace cuando quiere y.... felicitaciones le ganaron al TIMAO q equipaso x dios

son muy malas gallinas

 

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