Merrell Tandil 2005
Merrell Tandil 2005
Antes que nada debo aclarar algo: los nombres de las sierras que cruzamos en el camino no los recuerdo por eso serán convenientemente reemplazados por, por ejemplo, la sierra de la remilp*t@madr#quelar#p!rió, la sierra de la rec****delalor@m@sp*t*delmundo o la sierra hija de la %$#%#$#!, o cosas por el estilo que era en realidad lo que más se escuchaba en el recorrido. La opinión del pueblo que le dicen.
Ahora sí, empecemos. Nos levantamos temprano 7:30 y partimos a la largada para la inscripcion. Luego de un trámite rapido, recibimos la bolsa naranja con los regalos -Gatorade, agua, pechera naranja, barritas de cereales, Total magnesiano-, saldamos el pago y terminamos de preparar la mochila para correr, mucha hidratación, y a concentrar. Coordinación Zero -Nombre del equipo que formamos con Fernando- estaba en carrera. Con el arco de salida al pie de la plaza de banderas la Merrel Adventure Race Tandil se ponía en marcha. El clima tenía todos los condimentos de las carreras: emoción, compañerísmo, distensión, alegría, ansiedad, humor, fuerza, energía. Entramos en calor un poco más, ajustamos los detalles, los relojes y a las 10:30 largamos. El emocionante rio naranja subió la primera gran cuesta -la del castillo- y comenzó a alargarse hacia la mañana, mezcla de fresco, sol y nubes negras semisospechosas. Una lluvia que no se hizo presente nunca gracias a dios.
Enseguida llegó la primer bajada de las muchas que vendrían.
Se presagiaba dura la cosa y así iba a ser. La organización se esmeraba y en el camino empezaban a verse las cruces rojas y los controles -no demasiado informados ellos-.
Todo fué más a menos llevadero, lindo, optimista, hasta que pasamos el Camping del Banco Provincia (km9) primero y después cruzamos un bosque hermoso con desniveles suaves, camino de tierra (camino de las Dinas, Km12). Hasta ahí todos caminos rurales, o ruta pareja, o simplemente calle, con mucha gente alentando dando alegría al paso. La estrategia era ir de menor a mayor, respetando la distancia, y la altura en los últimos 7 kilometros. Y eso hicimos, a riesgo de perder mucho tiempo. Creo de no haber sido por esto no habría llegado. Igual nunca se sabe.
Mantuvimos el ritmo parejo economizando fuerzas para el final. Mi resfrío se hacía sentir. No estaba cómodo pero igual le ponía garra. Fernando, mi compañero de Team, estaba entero pero nos turnábamos para ir al frente. Se lo notaba muy entero y con la sensación que se podía dar más.
A la altura de La escondida (Km13) una banda tocaba en vivo y nos saludaba el paso trayendo folclore y alta onda. Más adelante otra banda hacía covers de los Beatles con un sonido más que respetable. Esos son los detalles que levantan el ánimo, al igual que las comparsas y las caritas de los chicos que nos miran correr con una mezcla de asombro y respeto.
En el cruce de la cascada (km15) la carrera cambió de color. Después del último llano de la tarde, se presentó ante nosotros la primera gran sierra. El cuadro que veía era increíble. A los verdes y marrones de la naturaleza de las sierras más viejas de la tierra, los cruzaba una persistente procesión naranja que la trepaba como un delicado camino de hormigas. En esa sierra perdimos mucho tiempo. La cola subía parejo a un ritmo más que lento, resultaba imposible hacer otra cosa más que avanzar como en la cola del supermercado. Eso me restó mucha pierna, el esfuerzo se siente más si se hace despacio. Al menos eso me pasa. El frío en la cima se hizo sentir en mi resfrío con una daga clavandose enlas mejillas. Desde ahí arriba se veía un paisaje hermoso, dificil de describir, como son las cosas tan absolutas. Las casas como juguetes, las tonalidades de los suelos, la inmesidad del horizonte brumoso. La vista se reía.
Volviendo a la carrera, hubo dos detalles que terminaron de acabarme: la bajada de la cantera, que la hice a los gomazos -equivocación a medias, no quedaba otra-, y la posterior trepada por un camino rodeado de arboles altos, jóvenes y tupidos que hicimos caminando, tratando de robar alguna energía de algún lado. Parecía el momento más exigente, pero no.
La tranquera marcó el kilometro 21. Enseguida apareció la sierra final -en dos etapas-, la que bauticé "la sierra de las remilp*t@madr#quelar#p!rió". La sierra no lo merecía, creanme. Creo que ví unos caballos curiosos acercarse a unos metros de mis pasos, pero no puedo asegurarlo, porque también creo que ví una cafetería y una bandeja con medialunas de grasa y el diario sin abrir. Todo esperándome. Con lo último, acalambrado, logré seguirle el paso a mi compa y desde la cima, vi el lado correcto de Tandil, o sea el de la llegada interminable. La bajada acabó con mis reservas pero me sacó maravillosamente el calambre en el abductor. Increíble. Aceleramos entonces. "Coordinación Zero" se acercaba a la llegada. Enseguida, el lago, un magnífico espejo verde, el tímido sol del mediodía, las voces en los parlantes, la música, y la ultima ondanada. Las escaleras estaban fuera de todo cálculo, es ciero. Por eso las subí como pude, los calambres volvieron enseguida pero no les dí bolilla. Aceleramos más todavía, ahí sí dejé todo. Lo juro, todo, en serio. Trés horas y 27 minutos habían pasado. Y cruzamos el arco. La felicidad, la emoción, el cansancio, el alivio, las fotos, las felicitaciones, los abrazos, todo se mezcló en la medalla y en los aplausos de la fabulosa gente de Tandil.
Después vino lo peor para mí. Me relajé, traté de enlongar y me acalambré, me bajó la presión. Todo mal. Pero bueno era el precio lógico que debía pagar un porteño en una mañana de sierras.
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